Cada 30 de marzo se conmemora el Día Mundial del Trastorno Bipolar, una fecha impulsada por la Red Internacional de Bipolaridad (INB) y respaldada por la Sociedad Internacional de Trastornos Bipolares (ISBD). Este día coincide con el natalicio de Vincent van Gogh, genio de la pintura a quien se le diagnosticó póstumamente esta condición. Su objetivo es erradicar el estigma, promover la educación y visibilizar las necesidades de quienes viven con este diagnóstico.
Este trastorno afecta a un 2% de la población, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En España, se estima que más de 1 millón de personas lo padecen, aunque solo el 50% está diagnosticado correctamente, según datos de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental.
A día de hoy, todavía existen muchos desafíos globales en esta materia, ya que, según un informe de la Confederación de Salud Mental en España, más del 70% de los pacientes con trastorno bipolar han sufrido algún tipo de discriminación laboral.
A nivel médico, los pacientes con trastorno bipolar deben esperar de media cinco años para obtener un diagnóstico definitivo, lo que agrava su pronóstico y su posterior tratamiento. Esta circunstancia repercute directamente y de manera negativa en su vida diaria y en su entorno más cercano.
El Día Mundial del Trastorno Bipolar no es solo una fecha simbólica: es un recordatorio de que la investigación, la empatía y las políticas públicas son claves para mejorar vidas. En España, aunque persisten retos, el movimiento asociativo y los avances científicos marcan la ruta hacia una atención más humana y efectiva.