Uno de los males endémicos de nuestra sociedad sigue siendo la violencia ejercida contra las mujeres, según cálculos de la ONU, 736 millones de mujeres -casi una de cada tres- han sido víctimas de violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida.
Lamentablemente, esta lacra ha ido en aumento con los paso de los años, intensificándose en diferentes entornos, sobre todo en los lugares de trabajo en aquellos países que carecen en legislación en esta materia. Puesto que resulta alarmante la escasa cantidad de recursos económicos que los países están destinando. Tan solo un 5% de la ayuda gubernamental mundial va destinada a la violencia de género y se invierte menos del 0,2% en su prevención.
Ante todo esto, es fundamental reclamar más inversiones y realizar más políticas en materia de prevención, y por ende, más recursos económicos en las organizaciones de mujeres, mejoras en la legislación y la aplicación de la justicia, servicios para los supervivientes y capacitación para agentes del orden público.
Para ser más claros, la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer emitida por la Asamblea General de la ONU en 1993, define la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.”
Los efectos negativos de esta violencia, tiene consecuencias negativas para su salud sexual y reproductivas. Ejemplo de ello, es que muchas niñas en países subdesarrollados se quedan embarazadas a edades tempranas, esto no solo constituyen el obstáculo principal para hacer cumplir el derecho a la educación de las niñas, sino que también restringe el acceso a la educación superior a la mujer, limitando así sus oportunidades de empleo.
Aunque todas las mujeres, en todas partes del mundo, pueden sufrir violencia de género, algunas mujeres y niñas son particularmente vulnerables, ejemplo de ellas son las niñas y las mujeres más mayores, las mujeres que se identifican como lesbianas, bisexuales, transgénero o intersex, las migrantes y refugiadas, las de pueblos indígenas o minorías étnicas, o mujeres y niñas que viven con el VIH y discapacidades, y aquellas en crisis humanitarias.
La Fundación Juan Perán – Pikolinos colabora con diversas entidades que trabajan con mujeres y niñas víctimas de cualquier tipo de violencia, sobre todo con aquellas que carecen con los recursos necesarios para salir adelante.